Señoras y señores, hoy quiero presentarles a un dibujante que sin ocupar lugar en la cúspide del comic mainstream americano es, sin lugar a dudas, un profesional como la copa de un pino, un maestro del blanco y negro con tramado clásico, una mente plecara e iluminada para el diseño de criaturas abisales, y un detallista de atmósferas hasta la suciedad del polvo.
Con todos ustedes, mi muy querido
Mi primer encuentro fue cuando llevaba dados de 10 caras en los bolsillos y no paraba de jugar a Vampiro.
Guy Davis era, junto a Vince Locke, uno de los principales ilustradores de las guías para Vampiro: Edad Oscura originales. Entonces me llamó la atención la violencia de sus lineas, ágiles pero contundentes y, obviamente, la crudeza barkeriana de sus composiciones.
De ahí me lo encontré de casualidad en un comic de mediados de los 90 que me interesaba cantidad de mucho:
Sandman Mystery Theatre.
Guy Davis era el dibujante oficial de la nueva serie vértigo de DC Comics donde se recuperaba el personaje clásico de los 40, Wesley Dodds, el sandman original, mistery man clásico de la primera hornada, en el que Neil Gaiman pivotó la fuente original de su gran serie The Sandman.
Sandman Mystery Theatre evolucionaba desde la tradición Pulp de héroes detectivescos donde se mezclaba la amabilidad de los caballeros auténticos de los 40 y la oscuridad violenta y criminal que nace en las pesadillas y crecía en la problematica social de entonces (la gran depresión, la oculta perversión de los opulentes, el surgir del nazismo en Europa, etc).
Siendo una serie no limitada a estas dos ideas, cada número mezclaba y sintetizaba gestos de belleza amable y tristeza cruda, todo sostenido no solo por la habilidad de los guionístas, sino también fundamentalmente por Guy Davis, un autor en cierto modo feista que no gastaba de malabarismos épicos y recargados, sino de viñetas ordenadas y bien estructuradas.
Como ustedes sabrán de mi, una vez conocido y disfrutado el primer beso (o polvo, según me conocerán mejor algunos otros) ya no lo podía dejar escapar de mi harén de estantería y papel.
El seguimiento no me hizo encontrarme nada decepcionante. Ni siquiera Honour amoung Punks, obra primeriza (¿os he dicho que la tengo firmada?) donde su trazo evoluciona desde clásicos fallos hasta una afirmación lúcida y determinante de sus intenciones como autor.
Y es que Guy Davis es un autor de sus convicciones. Por otras obras como Nevermen o su The Marquis, se aprende sus gustos por la fantasía pulp y por las criaturas obscenas polimórficas e inenarrables (léase lovecraftianas).
Es de entender que sus pasos le hagan compartir butaca y cerveza con Mike Mignola, hombre de pesadas tintas y rojos únicos de intereses afines. Y de ahí a dibujar la serie hermana de Hellboy: BPRD (aquí AIDP), donde está asentado cómodamente mientras locos blasfemos como yo esperamos su tercer acto y último de The Marquis, su obra más personal, que aunque adolezca de cierta simplicidad en los guiones (su primera obra como autor completo) es hasta ahora su mejor pieza operística, dando más fuerza a la originalidad de sus diseños y al terror que, poco a poco y sin apenas darnos cuenta, nos inocula y engancha.
No se corten, y disfruten lo señoras y señores, porque la cena está servida.